Ceramista, orfebre y crítico de arte, nació en Montevideo el 5 de noviembre de 1931, estudió con el Maestro Marco A. López Lomba, asistió a los cursos de estética y filosofía en la Facultad de Humanidades y Ciencias, prosiguiendo en París estudios de antropología cultural con Lévy Strauss en los agitados tiempos del mayo francés.Regresó para retomar la cerámica en su propio taller. "Hacer cerámica es trabajar con la tierra. La cerámica es tierra erguida cuando uno la termina de hacer. Eso me parece muy bueno, porque trabajamos con el polvo de donde venimos. Vivimos de la tierra y la arcilla hace en huecos que hacemos en ella. Eso fue "lo que me atrajo en la cerámica.", confesó en una entrevista a Sonia Brandrymer.Luego de trabajar varios años, un buen día le robaron el taller, todo el material, destrozaron las cerámicas y dejaron sólo el horno. "La cerámica me abandonó" y a partir de ahí se dedicó a la joyería en plata, impulsado por Galeano Muñoz, un psicólogo que practicó la orfebrería. Tampoco persistió mucho. Las joyas no se vendían, pues "Las mujeres son conservadoras en cuanto a las joyas. Se ponen una cadenita comprada, hecha por una máquina", explicó. En los años de la dictadura se dedicó a la docencia en el Instituto San Francisco de Asís y a la crítica de arte en la revista Noticias y, restaurada la democracia, ingresó al diario La Hora, asesor de la galería Montevideo, dirigida por Aníbal Quesada, y más tarde pasó a integrar el equipo del Ministerio de Educación y Cultura.Personalidad curiosa, taciturna y sombría, los problemas económicos signaron su existencia y acentuaron su escepticismo.Fue un ceramista talentoso aunque quedaron pocos vestigios de su obra (algunos ejemplares en el Museo Blanes, en colecciones particulares), de la misma manera que de sus joyas (apenas se lograron reunir unas pocas para exhibir en ocasión de recibir el Premio Figari 2006). En sus últimos años se dedicó a pergeñar libros de artista, cuadros en los dejaba constancia de su devoción por Washington Barcala, pero sin ninguno de sus atributos de invención, pero dejando constancia sensibilidad refinada y su sobriedad compositiva.