Nació en París, en 1885. Su primer contacto con la pintura se debió a su tío, Charles Delaunay, un pintor de la escuela tradicional. Pero lo que determinó su inclinación definitiva a la práctica de la pintura fue su paso por unos talleres de decoración y escenografías teatrales. En sus primeras obras se reconoce la huella del impresionismo y el postimpresionismo francés y con ellas participó en los Salones de otoño y de los Independientes a comienzos de siglo. En 1907 conoció a Sonia Terk, pintora de origen ruso, con la que se casó pocos años más tarde y con quien compartía sus investigaciones pictóricas sobre los contrastes simultáneos.Hacia 1909 se produjo un gran cambio en su pintura derivado de su interés por los aspectos científicos de la pintura y las cuestiones de la percepción de los colores, postura completamente opuesta a los fauvistas, quienes adjudicaban al color un valor simbólico determinado. Las inquietudes de Delaunay se apoyaban y corroboraban en la obra de Michel-Eugène Chevreul: La ley del contraste simultáneo de los colores (1839). Este texto significó el arranque de sus propias investigaciones teóricas y su realización práctica en cuadros. Su propósito era llegar a la abstracción formal de los objetos representados a través del color y la luz (entendida ésta como factor que actúa sobre la intensidad y la vibración del color, no como causa de sombras y claroscuros). Delaunay quería convertir el color en el nuevo lenguaje pictórico universal, y en este sentido enlazaba con la línea abierta por los pintores Paul Signac y Paul Cézanne. Por cuestiones de salud Delaunay no pudo incorporarse al ejército cuando estalló la Primera Guerra Mundial y decidieron viajar a España y Portugal, donde vivieron en diferentes ciudades hasta el final de la contienda. En esos años, y gracias a la luz que en estos países descubrieron, Robert desarrolló al máximo su teoría de los contrastes simultáneos, exploró las posibilidades cromático-lumínicas del óleo aplicado con cera caliente y entablaron una fuerte amistad con los miembros de la vanguardia artística portuguesa. En París de nuevo, en la década de los años veinte se vincularon al grupo dadaísta -Tristán Tzara, Francis Picabia, Hans Arp- y, en menor medida, al surrealista dirigido por André Bretón.